Verdaderamente el agua de mar es muy salada, contiene 37 gramos de sal en cada litro. Es decir, casi 40 bolsas de kilo, como las que compra usted en el supermercado para cocinar, en cada metro cúbico. ¡Hay mucha sal! Si secáramos todos los mares y extendiéramos la sal por toda la tierra tendríamos que vivir sobre una árida capa de sal de 45 metros de altura.
La mayoría pensará que la sal proviene de las aguas de los ríos, debido al lavado ininterrumpido de los minerales que contienen sal, camino de nuevo hacia los mares. Pero si así fuera el mar seguiría cargándose poco a poco con más sal y no es este el caso, como lo demuestran experimentos científicos, indicando que la salinidad del mar permanece estable desde hace más de 200 millones de años.
A pesar de todo efectivamente los ríos aportan los iones disueltos que han producido los mares salinos, pero existe un equilibrio dinámico entre los aportes producidos por los ríos y las perdidas debidas a absorciones en los lechos marinos, en las transformaciones debido a la vida marina o las precipitaciones en zonas locales, en las que la concentración sobrepasa el máximo que el agua es capaz de disolver.
Pero otra vez, las cosas no son lo que parecen. La sal disuelta en el agua de mar no existe como tal. La sal disuelta en agua ya no es sal… Solo existen lo que los químicos llaman iones de Cloro (Cl-) e iones de Sodio (Na+) que son los elementos que constituyen la sal. Cada partícula molecular de sal esta formada por un ión de Cloro y otro de Sodio, y al disolverse en el agua, lo que ocurre es que se separan. De hecho existen otros muchos tipos de iones como los de Calcio, Sulfato, Magnesio, Potasio, o Bicarbonato en proporciones menores. Sólo al evaporarse el agua en las salinas, se vuelven a juntar las parejas de iones para formar la sal tal como la conocemos en los saleros de nuestros comedores.
Cada ion tiene su propio equilibrio con la naturaleza. El ion sodio equilibra su aporte por los ríos, con la desaparición debido a la fácil sedimentación del sodio. El ion potasio equilibra su aporte por su absorción con las arcillas del fango marino. El ion calcio es absorbido por los animales para formar sus caparazones y conchas, y que al morir crean un sedimento en los fondos. El ion del cloro es el único que permanece constante en el mar ya que no se intercambia por ningún proceso, pero tampoco es aportado por los ríos a los océanos. Por ello se cree que permanece como tal desde el principio de la historia de la tierra, momento en el que formaba parte de la atmósfera corrosiva que nos envolvía.